- Es el arte de hacer preguntas y más preguntas con el fin de ayudar a un profesional lograr sus objetivos
- Se requiere en ascensos profesionales o en cambios de rumbo laboral
Mucho se ha hablado en los últimos del coaching, o lo que es lo mismo, el arte de hacer preguntas para ayudar a otras personas, a través del aprendizaje, en la exploración y el descubrimiento de nuevas creencias que tienen como resultado el logro de sus objetivos.
Esta es la definición que ofrece la Escuela Europea de Coaching (EEC). Tan simple como “una serie de entrevistas entre dos personas, coach y coachee, p.ara aumentar el potencial del entrevistado (coachee)”, resume el profesor del departamento de empresas de ESIC, Sergio Cardona. Este experto señala en el libro Coaching para todos algunas de la razones por las que esta herramienta se ha disparado en las organizaciones.
En primer lugar, porque tiene un buen formato, cara a cara, también porque existe cierto cansancio ante la formación tradicional, además de que es una buena fórmula para ampliar la aplicación al puesto de trabajo de lo que se acostumbra a ver en los cursos formativos. Esta tendencia ha creado una profesión nueva en la que se emplean buena parte de los consultores, pero que también ejercen jefes o mandos intermedios dentro de las empresas. Y qué duda cabe que tener un coach propio es señal de estatus.
Sin embargo, es una disciplina, asegura Cardona, con algunos riesgos. Ente ellos, creer que como coach se puede solucionar todo, establecer un vínculo con el entrevistado que a veces es difícil de romper o que se dispare el ego. “Podemos llegar a creernos algo parecido a la reencarnación de Freud”, afirma el docente de la citada escuela de negocios. Pero, en qué situaciones se puede utilizar el coaching. El experto lo tiene claro: puede acompañar en la toma de decisiones, para formar o entrenar, para investigar, desbloquear una situación, gestionar un proyecto o analizar un problema. “La tentación de dar un consejo sin tener ni idea es muy grande, aunque no sea correcto, pero sí podemos hacer un interrogatorio para que nuestro interlocutor se aclare”, advierte Cardona. Se trata también de hacer muchas preguntas cuya respuesta solo sabe el destinatario. Puede ser lo más parecido a una investigación policial, eso sí, sin juzgar a nadie, solo en busca de una explicación ajustada sobre un determinado asunto.
Las preguntas ante un trabajo o situación desconocida son sencillas, aunque deberían “provocar nuevas vías de trabajo, o cambios de perspectiva o visión”. Y se reducen a responder al cómo, cuándo, dónde, qué, quién y por qué. “A base de preguntas provocadoras se puede lograr que una persona piense sobre qué haría en una determinada situación”, afirma el profesor de ESIC, que define como una de las grandezas del coaching buscar que el interlocutor reflexione sobre su propuesta, sobre cómo afectaría a la gente, qué alternativas tiene, quiénes son sus interlocutores…
En otras ocasiones, el profesional está bloqueado porque no tiene recursos, no sabe qué hacer o no tiene acceso físico y emocional a esos recursos. Y con este ejercicio permite hacer pensar a la otra parte sobre si ha tenido en cuenta las fases clave de un proyecto, si todos han entendido los objetivos, cuáles son los pasos a seguir, qué recursos son más escasos, qué acciones son las más críticas, o si se ha informado a todos los implicados. Pero tan importante como solucionar un problema es localizar las causas del mismo, con el fin de evitar que vuelva a suceder. En definitiva, se trata de preguntar de manera ordenada para encontrar respuestas adecuadas.